[es] Mi misterioso amante en una casa rural
Me levanté pesadamente de la cama, me dirigí al cuarto de baño para lavarme un poco la cara y refrescarme un poco. Eran ya casi las diez de la noche y a las once tenía que estar ya en el curro.
Era mi segunda semana en la empresa y la verdad me parecía años mas que semanas, estaba totalmente agotado y es que, el tratar cada día con tanta gente distinta termina por cansar.
Cada noche cogía un taxi que me llevaba hasta las afueras de la ciudad, dónde mi jefe me esperaba en la recepción del local. Me daba unas indicaciones básicas, la ropa apropiada para la ocasión y de nuevo en el taxi a mi destino. En otras ocasiones mi cliente ya esperaba en el mismo local, el cual estaba perfectamente equipado con todo tipo de lujos y demás parafernalia. Camas redondas, jacuzzis, saunas, salas de torturas… No estaba nada mal la verdad, era un sitio con mucho caché, no era un sitio de lujo, pero tenía muy buenas referencias.
Casi siempre el trabajo me esperaba fuera del local, en la casa de mi cliente o clientes. Supongo que siempre encuentras mas discreción en tu propia casa que ir a un prostíbulo.
¡Ahh! ¿Aún no os lo he dicho? Soy chapero. Soy un chico de 24 años, y después de quedarme en paro tras estudiar una maldita carrera me vi forzado a ejercer este trabajo… Necesitaba el dinero, tenía un piso que pagar y ningún lugar donde caerme muerto, era esto o morir en la calle.
Sinceramente, pensé que sería divertido y que no lo pasaría tan mal después de todo, me equivoqué. Era muchísimo más duro de lo que podía imaginar, y todo lo que pones en juego… Nunca pensé realmente en todas estas cosas hasta que te toca vivirlas de verdad, hasta que tienes un hombre de más de cincuenta años en la cama tirado medio desnudo, esperando a que le satisfagas todas sus morbosas fantasía, y darte cuenta que a pesar de todo el asco, reparo y repugnancia que te provoque esa situación… Tienes que hacerlo porque es tu trabajo.
Me coloqué mis vaqueros ajustados y una camiseta de tirantes. El móvil sonó, era el chofer, ya estaba esperándome en la puerta, eran las diez en punto, tan puntual como siempre. Bajé al portal y, en efecto, allí estaba Raúl esperándome en el coche, me saludó levantando la mano y sonriendo, entre dientes.
– Buenas noches. – Saludé simpático.
– Buenas noches una vez más, campeón, ¿a dónde te llevo? – Bromeó.
– A ver a Tony, Raúl. ¡Cómo todas las noches! – Suspiré.
– Y cómo todas las noches Iván, pienso que tendrías que dejarlo ya…
– Arranca el coche.
Raúl era muy buen tío, tenía unos treinta y pico, alto y moreno. Tony, mi jefe, lo tenia contratado cada noche para ir a recoger a sus preciados trabajadores y llevarlos a sus correspondientes destinos. Más de una vez Raúl y yo hemos hablado del tema del trabajo, él piensa firmemente que tendría que dejarlo de una vez por todas, que Tony me explota y que esto no es vida para un chico como yo… Pero él seguía sin entender que necesitaba desesperadamente el dinero o me quedaría en la calle, era un tema del cual no me gustaba nada hablar.
El coche paró en frente del local de Tony, bajé del coche y entré a la recepción. Estaba esperándome.
– Muy bien Iván, esta noche tienes que ir a las afueras de la ciudad, el cliente te espera en una cabaña, una especie de casa rural. No ha pedido ningún tipo de vestimenta ni que ejerzas algún tipo de rol, que seas tu mismo, y encárgate de satisfacerlo en todos los sentidos, ha pagado un buen dinero por ti. Me explicaba Tony mientras me daba un papel con la dirección.
– ¿No ha pedido nada? Que raro, seguro que tiene todo tipo de juguetes en la casa. – Musité.
– Deja de hacerte el remolón y en marcha. – Tony me acompañó hasta la puerta y saludó a Raúl con un guiño.
Me metí dentro del coche y le di el papel con la dirección a Raúl, éste se puso en marcha. Me miraba de reojo por el retrovisor, yo miraba por la ventana cómo poco a poco nos alejábamos del centro urbano y nos introducíamos más y más en el campo.
Miraba melancólico al cielo, pensando cómo sería el amante de esta noche…
Lo único que esperaba es que no fuera un viejo morboso de esos, era una de las cosas que peor llevaba de todas. Cómo te tocan con esa ansia y desesperación, cómo te devoran con la mirada. Se notaba a leguas que todos eran reprimidos padres de familia que buscaban desahogar sus ansias en citos. El coche frenó.
– Ya estamos aquí Iván. Ya sabes, si necesitas algo…
– No te preocupes, Raúl. Si necesito que vengas a recogerme te llamaré el primero. – Le dediqué una sonrisa. Raúl siempre se preocupaba por mi, me trataba como a un hermano pequeño. Él y yo nos conocíamos desde hace tiempo, coincidimos un par de veces en algún bar y quedábamos para tomar unas copas de vez en cuando.
Me bajé del coche, el cual desapareció al final de la carretera. Yo me acerqué al portón de la casa rural, busqué un telefonillo y toqué. Al minuto respondieron.
– ¿Si? ¿Quién es?
– Hola soy Iván. – Respondí a la misteriosa voz que procedía del altavoz.
– ¡Oh, Iván! Pasa, pasa, por favor.
La puerta se abrió, mostrando tras ella un camino de piedra hasta la casa de madera, era un terreno grande, la casa era preciosa, de un gusto exquisito, con unos bellos jardines llenos de todo tipo de plantas, era un lugar muy amplio, más de lo que había imaginado. Curioso, y al mismo tiempo un poco atemorizado, avancé por todo el camino hasta llegar a la entrada de la casa, en ella me esperaba un muchacho de unos 26 años, era alto y moreno, con el pelo corto y oscuro. Su cara estaba decorada con una barba fina muy bien cuidada, sus ojos eran color aceituna y tenia una mirada interesante que transmitía algo que no terminaba de captar. Tenía un cuerpo envidiable, lucía una camiseta de mangas cortas oscura que resaltaba sus músculos bien cuidados en el gimnasio. Sus manos eran grandes, enormes. Ese hombre tenía algo que me resultaba conocido, estaba seguro que no era la primera vez que lo veía, pero ¿dónde?
– Es todo muy bonito, ¿no crees? – Me preguntó él. Su voz era relajada.
– Sí, es todo maravilloso, yo soy Iván. – Le tendí la mano sonriendo y algo nervioso.
– Sí, lo sé, vienes de parte de Tony, ¿verdad? – Me estrechó la mano con firmeza pero al mismo tiempo con cariño, tenia la piel suave y caliente. – Yo soy quien te ha contratado, aunque no me gusta usar esa expresión. – Rió. – Me quedé con la boca abierta, ¿de verdad fue él? ¿Ese chico me había contratado? En ese momento creí que era el chico mas afortunado del mundo. Él era todo un caballero, guapo y muy atractivo, sólo esperaba que no me obligase a hacer cosas raras… – Ven, sígueme. – Me indicó el adelantándose por los pasillos.
Yo le seguí maravillado por ese lugar, era muchísimo más grande de lo que parecía por fuera, no era para nada una cabaña, si no una señora casa, dotada con los más exquisitos lujos. Nunca había estado en un lugar como ese, el aire estaba inundado de un dulce aroma que provenía de unas velas perfumadas colocadas en el pasillo, aportaban una cálida y reconfortante luz, me pareció más un palacio que una casa rural, quizás porque yo estaba acostumbrado a mi pequeño apartamento.
Tras atravesar el pasillo llegamos a un porche que se encontraba en la parte trasera de la casa, lo que allí encontré termino de enamorarme de ese lugar. Una preciosa piscina alumbrada por la luz de la luna y las estrellas, las escaleras y el camino que conducían a ella estaba alumbrado por multitud de velas, su fuego brillaba en mis ojos e iluminó hasta el mas oscuro rincón de mi corazón, ese lugar era sin dudas, el paraíso.
– ¿Te gusta? – Me preguntó inocentemente mirándome a los ojos emocionado. Sus ojos brillaban como la misma luna que se reflejaba en la piscina, estaba claro que se había esforzado mucho en hacer aquella maravilla, pero… ¿por qué? Y de mi mente paso a mis labios.
– Todo es realmente precioso, pero ¿por qué?, ¿por qué yo? – Pregunté nervioso y desconcertado.
– No es la primera vez que voy al local de Tony, suelo ir muy a menudo, y en una de esas veces, te vi. Eres lo que tanto tiempo llevaba buscando, lo supe en el mismo momento en el que te vi, tu forma de hablar, tu forma de sonreír, tu forma de andar… Llevo mucho tiempo queriendo tener esta noche contigo, y quería que la primera vez que nos viéramos fuese muy especial. Quizás todo esto te parezca un cuento ñoño, pero es la realidad.
Él tenia razón, me parecía algo muy ñoño, yo no creía en el amor a primera vista, pero estaba claro de que este chaval sí. Además ya había pagado el servicio y no me importaba quedarme. ¿Qué podía perder?
– Ven, por favor. – Me tendió la mano bajando poco a poco los escalones que llevaban al oasis. Le tome la mano y bajé lentamente los escalones, fijando mi mirada en todo mi alrededor, en cada vela, en cada flor, las hamacas a un lado de la piscina, todo era sumamente perfecto, y sólo era el preludio de una noche que no olvidaría en la vida.
Una vez llegamos al borde de la piscina mi amor platónico comenzó a desnudarse, dejó al descubierto su sensual figura, su piel brillaba con luz propia y en su cuerpo se dibujo la silueta de sus cuidados músculos, su pecho estaba cubierto por una fina capa de vello, se deshizo de sus pantalones y ropa interior, dejando al aire su poderoso miembro que aun sin estar excitado, poseía un tamaño considerable. Le imité, y comencé a desnudarme. Dejé la ropa en el suelo, dejé mi miembro al aire como el suyo y me acerque aún más a la piscina. Mi anfitrión se acercó y en un segundo se tiró de cabeza al agua, vi como su figura se deslizaba en el agua, vi los músculos de su espalda contraerse, y vi su perfecto trasero en las profundidades de ese agua cristalina. Fui tras él a su encuentro.
Él salió del agua gracilmente, tomando aire y apartándose el agua de la cara y al verme nadar a su dirección sonrió. Yo me quedé a su lado, apoyándome en la pared de la piscina, apartándome el pelo de la cara y le sonreí. Él se acercó aprisionándome entre su cuerpo y la pared, me rodeo la cintura con sus brazos y me besó. Sus labios y los mios se unieron en un encuentro apasionado, nuestros labios estaban húmedos y nuestros cuerpos ardían al igual que la mecha de las velas. Yo rodeé su cuello con mis manos y pegué mi cuerpo todo lo que pude al suyo, mi lengua se adentró dentro de él en busca de la suya. Él me correspondió y juntó la suya a la mía. Nuestras lenguas se deslizaban contra la otra, recorriendo cada parte de nuestras bocas, mordí su labio inferior, tirando de él suavemente, colocó una de sus manos en mi nuca. Cada vez con más pasión y fuerza, me besaba como si fuera esta la última noche de nuestra vida.
Coloqué mi mano en su trasero, agarrándolo con fuera, lo tenía duro, se notaba que lo trabajaba en el gimnasio, tenía una anatomía perfecta.
Mi miembro se encontraba bien duro, al igual que el suyo, que bajo el agua se frotaban y acariciaban. Él no pudo esperar mas y adentró la mano en el agua, en busca de mi miembro, lo sujetó firmemente con la mano y comenzó a acariciarlo. Notaba la fricción del agua, cómo sus movimientos eran lentos y pausados, me estaba volviendo loco. Solté un pequeño gemido y me abracé a él, dejando mis labios a la altura de su oído, comencé a lamerlo y morderlo, jugaba con él como si de una golosina se tratase, lo escuche suspirar.
Él estaba igual de excitado que yo…
La luna iluminaba nuestras siluetas y reflejaba su sombra en el agua, permanentemente juntas, sin separarnos un milímetro, fundidos entre abrazos, caricias y besos.
Ahora yo también tenía agarrado su miembro y jugaba traviesamente con él, mi amante deslizó su mano por mi espalada, hasta llegar donde ésta pierde el nombre. Se adentró a lo más profundo de mi interior, preparándome para el momento cumbre.
Comenzó acariciando mi entrada, y poco a poco introdujo uno de sus robustos dedos, yo me estremecí y lo abracé con más fuerza sin soltarle en ningún momento, estaba subido en su cintura y mientras con una mano me dilataba, con la otra me sujetaba la cadera. Me pegaba pequeños mordiscos en el labio y la lengua, y toda esa situación me estaba volviendo loco.
Cuando ya tenía dentro de mi tres de sus dedos, creyó que sería suficiente y me pidió que me colocara de espaldas a él. Sin rechistar obedecí y pegué mi trasero a su miembro. Él lo sujetó con firmeza colocándolo en la entrada de mi ser. Poco a poco fue ejerciendo presión e introduciéndolo dentro de mi, la sensación me puso los pelos de punta. Me besaba el cuello con dulzura y yo no podía resistirme a sus caricias, y sin darme cuenta, ya tenia todo su miembro dentro de mi. Permaneció inmóvil unos segundos para que mi cuerpo se acostumbrara a ese nuevo inquilino y, poco a poco, comenzó a balancear sus caderas.
Notaba la fricción del agua dentro de mi, cómo él entraba y salía de mi una y otra vez, cómo sus caricias me derretían, cómo sus besos me quemaban.
Su mano acariciaba mi entrepierna, y yo me agarraba a las paredes y borde de la piscina como podía, sus gemidos se hincaban dentro de mi como su miembro.
Ahora me dio la vuelta, estaba frente a frente, nuestras miradas se unían y detrás de ellas, nuestros labios, yo le besaba el cuello y lo acompañaba con pequeños mordiscos. Él introdujo de nuevo su miembro dentro de mi, entró de una sentada y eso provocó un fuerte gemido en mi, le arañaba la espalda, me agarraba a él con fuerza.
La noche no parecía tener fin, ninguno de los dos queríamos parar, la maravillosa sensación que producía nuestros cuerpos chocando, el sin fin de gritos y gemidos que resonaban en el silencio de la noche. Todo fue roto por una sensación mucho mas maravillosa, por una electricidad que nos invadió a ambos en el mismo momento, los dos estábamos al borde del éxtasis.
Se sujetaba a mis caderas con toda la fuerza que tenía, y yo tiraba de su pelo con rabia. De nuestras gargantas brotaron un sin fin de gemidos y gritos que anunciaban el final de ese maravilloso encuentro. Nuestras agitadas respiraciones poco a poco se fueron calmando, ambos teníamos las miradas desencajadas, yo apoyé mi frente en la suya y pude ver como esbozaba una sonrisa. Me besó en los labios y poco a poco fue sacando su miembro de dentro de mi, la sensación me incomodó un poco durante unos segundos pero inmediatamente cesó.
Bajé de su cintura con cuidado, no podía moverme, estaba realmente agotado, sentí desmayarme casi. Él me sostuvo con cariño y tras sumergirme en ese agua bañada de estrellas, salimos al exterior y nos acercamos a las hamacas que se encontraban a unos de los lados, allí nos esperaban unas toallas y unas copas de whisky, me até la toalla a la cintura y tomé un trago de la bebida.
Mi misterioso amante no dejaba de mirarme, en mi mente resonaban una multitud de preguntas sin respuesta y una incertidumbre abismal, la situación no terminaba de convencerme del todo. Pero no podía negar que su comportamiento me alagaba y fascinaba, nunca nadie, y mucho menos uno de mis clientes, había tenido ese tipo de comportamiento conmigo, ¿De verdad yo le había gustado tanto como para preparar todo aquel paraíso?
Traté de quitarme todos esos pensamientos de la cabeza, le miré, el tiempo, y sólo el tiempo pondría las cosas en su lugar y respondería mis preguntas. Esa noche seria mía, mía y de mi amante.