[es] [hairy-pussy] Jazmin, mi primera madura

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Mi nombre es José Charbel. Actualmente tengo 25 años, pero esta historia es de cuando me follé a mi primera madura, Jazmin. Esto empezó cuando yo tenía 18 años y todavía vivía en casa de mis padres.

Jazmin Saavedra era mi vecina del apartamento al lado. Tenía 43 años (en ese entonces), era algo gordita y tenía una piel morena. Era una mujer maternal, pero tenía instintos sexuales que me llevarían a corromper mi joven ser (nótese el sarcasmo).

Una tarde que la visité para arreglar su computadora. Ella lo que necesitaba era sexo, yo inocentemente iba a resolverle sus problemas informáticos, la mayoría eran tonterías, pero me pagaba, quien diría que todo eran excusas para tenerme cerca.

Aquella vez la encontré sentada en el sofá leyendo un libro de Paulo Coelho. Me saludó con una sonrisa y me pidió que me sentase en una silla de plástico que había en un rincón, justo a su izquierda. Su cabello era rizado y castaño claro. Sus pechos eran generosos y tenían una forma perfecta de pera. Su piel era morena y tenía algunas estrías en su vientre por el parto de sus dos hijos, que ya eran grandes, y ahora estudiaban fuera del país. Estaba usando una blusa sin mangas blanca con el escote muy bajo que apenas cubría sus pezones. Unos pantalones negros anchos de talle alto y zapatos de plataforma de tacón de 4 pulgadas.

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Después de reparar su computadora, nos pusimos a hablar de la vida cotidiana del edificio. Mientras hablábamos, su mirada iba cada vez más hacia mi entrepierna. Yo llevaba un bóxer azul, short deportivo y sandalias de dedos.
– ¿Qué onda, José Charbel? – me preguntó, utilizando mi apellido como siempre.
– ¿Por qué siempre me llamas así, Doña Jazmin? ¿No eres mi amiga?
– Sí, lo soy, pero te respeto mucho, Josecharb. No quiero parecer una madura loca que intenta seducir a su vecino más joven. ¿Te gustaría ver algunas fotos de mis viajes por Europa en el 2003? – me preguntaba con una inocente sonrisa.
– ¿Por qué no? Me encantaría verlas – le respondí mientras se levantaba para ir a buscarlas. Mientras tanto, me di cuenta de que llevaba el sostén muy ajustado. Sus tetas estaban tiesas y sus pezones muy erectos. Me dio un libro y se sentó al lado mío para que miráramos juntos las fotos.

Empecé a hojear el álbum y vi varias fotos de Jazmin en una playa de Francia. En una de ellas, estaba vestida de bikini y parecía tener alrededor de 35 años. Mientras seguíamos viendo fotos, sus piernas se cruzaron hacia mi lado y sentí su muslo derecho muy cerca de mis testículos.
– ¿Qué te parece? – me preguntó.
– Parece que fue un viaje increíble. Mira, en esta foto estás sentada en una playa.
– Sí, exacto – me respondió mientras sus piernas seguían cruzándose hacia mi lado. Seguimos viendo fotos. Cada vez más fotos. Empecé a sentir que tenía una erección muy fuerte.
– José Charbel, ¿estás bien? – me preguntó. Notó que yo estaba nervioso.
– Estoy bien – le dije mientras seguíamos viendo el álbum. Pasamos varias hojas y llegamos a una en la que ella se encontraba desnuda. Me sorprendí. Jazmin se rió.
– ¡Ni la recordaba! – me dijo entre risas. Se levantó para buscar una cerveza en su refrigeradora. Mientras se fue, seguí viendo sus fotos. Cada una más excitante que la anterior. Ella regresó con dos cervezas y me dio una. La abrí y la empecé a beber. Mi erección no se iba. Me sentía cada vez más excitado. Jazmin siguió hablando de sus viajes. Yo me limitaba a escucharla mientras seguía bebiendo cerveza. De pronto, me di cuenta de que mi erección ya no era un secreto.
– Doña Jazmin… – le dije en voz baja.
– ¿Sí, José Charbel?
– ¿Puedo pedirte algo? – le pregunté en voz baja y nerviosa.
– ¿Qué cosa? – me preguntó mientras se ponía de pie y se aproximaba a mí.
– Quería preguntar… – tartamudeé y me callé de golpe.
– ¿Qué pasó, Josecharb? – me preguntó con curiosidad, mientras se sentaba de nuevo a mi lado. De golpe, sus piernas volvieron a cruzarse hacia mi lado. Pude sentir su muslo derecho pegado a mi erección. Yo estaba sentado en una silla y ella estaba en el sofá, pero sentía que su muslo izquierdo rozaba mis muslos. Me puse de pie. Jazmin también se levantó de golpe y se acercó hacia mí.

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– ¿Qué necesitas, Josecharb? ¿Quieres que te ayude? – me preguntó en voz alta y clara, mientras me abrazaba. Me sorprendió su pregunta, pero su abrazo fue mucho más sorprendente todavía. Sus pechos se pegaron a mi pecho. Yo no sabía qué decir. Me miraba fijamente a los ojos y esperaba mi respuesta. Mi pene seguía erecto. Su respiración era fuerte y constante. No sabía qué decir.
– Quiero… – empecé a responder, pero no sabía qué decir. Quería follármela. Eso es lo que quería.
– ¿Quieres qué? – insistió en voz alta.
– No sé, doña Jazmin. ¿Soy un enfermo por querer que una mujer mucho mayor que yo, tenga sexo conmigo? – Fingí una inocencia y ternura. – ¿No crees que soy un degenerado por tener un pene erecto y no saber qué hacer con él? – Ella se rió mientras su respiración se hacía cada vez más fuerte. Su pecho estaba pegado a mí. Sus pezones estaban muy erectos. Pude verlos a través de su blusa blanca.
– Eres un chico muy dulce – me dijo en voz alta, mientras acercaba su boca a mi oreja y me susurraba en voz baja. – Y también eres un enfermo. Pero no te preocupes. Soy una enferma también. Y tu pene erecto no te hace un degenerado, Josecharb – me susurró en voz baja, mientras se aproximaba su boca hacia la mía. – No te preocupes – me dijo mientras me besaba. Yo también me dije cuenta de que no debía preocuparme.

Mi vecina era una mujer muy sexual y necesitaba sexo…

Mientras nos besábamos, mi mano derecha empezó a acariciar su espalda. Subí un poco y pude sentir su sostén. Puse mis dedos en sus pezones y ella empezó a gemir. Seguimos besándonos durante varios minutos hasta que mi mano izquierda la puse en su nalga izquierda. Subí un poco más y pude sentir sus braguitas. Mi mano siguió subiendo y me encontré con su sexo. Se lo acaricié. Ella gimió un poco más fuerte que antes.

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Seguimos besándosnos. Sus piernas se abrieron un poco mientras mi mano derecha seguía acariciándola. Encontré su clítoris y lo acaricie. Gimió muy fuerte, pero continuó besándome. Me pareció que su respiración también se hacía más fuerte.
– Eres tan sexy – me susurro en voz muy baja. Me pareció muy halagador. Empecé a besar su cuello y a acariciarla más rápido. Seguimos así por varios minutos, hasta que ella se detuvo un poco.
– Josecharb, ¿qué tal si nos vamos al cuarto de Betsamer? – me preguntó (su hija mayor). Asentí con la cabeza. Yo mismo la llevé al cuarto. El sofá y la cama de Betsamer eran perfectos para una noche de pasión. Jazmin me llevó de las manos hasta el sofá. Me hizo sentar y se puso arrodillada a mis pies. Empecé a acariciar sus pechos. Después me levanté y le dije que se quitara la blusa. Se quitó la blusa y se quedó con el sostén blanco. Me pareció perfecto. Era un sostén de encaje y hacía que sus pechos lucieran más bonitos todavía. Empecé a jugar con sus pezones mientras los chupaba. Ella también se quitó los pantalones y se quedó solo con braguitas negras. Yo empecé a bajar su sostén para que sus pechos quedaran al descubierto. Eran más perfectos que nunca. Sus pezones eran negros y estaban muy erectos.

Empecé a chupárselos. Eran dulces como algodones. Me parecieron deliciosos. La empecé a besar de nuevo y de pronto, ella se puso de pie y me llevó hacia la cama. Me hicimos sentar en el borde de la cama y yo me quité el short. Jazmin seguía en braguitas y sostén. Me acarició la erección por encima del bóxer. Gemí un poquito y se sonrió.
– Me parece perfecta – me dijo, mientras se quitaba el sostén. Sus pechos caían en cascada y se notaban sus estrías, pero eran tan perfectos como siempre. Empecé a chuparlos de nuevo. Luego, le acaricie sus pezones con mis dedos y se puso a gemir un poquito más. Empecé a lamerla hasta llegar a sus braguitas negras y a su sexo húmedo y peludo. Estaba mojado de excitación. Empecé a masturbare su sexo con mi dedo corazón. Gemía muy fuerte. hasta hoy no he visto a nadie gemir tan fuerte como Jazmin. Me pareció emocionante. Seguí masturbando su sexo hasta que noté que iba a alcanzar el orgasmo.

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– No te detengas – me dijo. Continué masturbándola. Empecé a meterle un dedo y después otro más. La masturbé con dos dedos mientras seguía lamiéndola. De pronto, gritó muy fuerte y me pareció que alcanzó el orgasmo. Empecé a masturbar mi pene por encima de sus braguitas, mientras seguía lamiendo su sexo. Gemía cada vez más. Me pareció increíblemente sexy. Me quité los bóxers y me los puse debajo de mis piernas para no ensuciar la cama. Seguí masturbándome sobre sus braguitas húmedas hasta que alcancé el orgasmo también. Me pareció tan excitante. – No te preocupes, Josecharb – me dijo mientras se ponía la blusa de nuevo y me besaba los labios. Me sonreí. Fue increíble follarme a Jazmin por primera vez.
– No me preocuparé – le dije con una sonrisa. De pronto, suena el timbre. Es mi mamá. Viene a buscarme pues ese día ibamos a vernos con unos parientes. Me levanto y me visto. Salimos del cuarto y nos despedimos con un abrazo y un beso en la mejilla.
– Gracias por ayudarme a instalar el Software. – Decía Jazmin con naturalidad. Mi mamá no se daba cuenta de lo que acababa de pasar.
– De nada, Doña Jazmin – le respondí, antes de irnos.

Me alegra haberme follado a Jazmin. Fue mi primera madura y también mi primera vecina follada. Me parece increíble cada vez que la veo y recuerdo aquella noche de sexo. Ahora, 7 años después, somos amigos, y a veces volvemos a follar. Me alegra tener a mi primera madura como amiga. Ahora que soy más mayor, me doy cuenta de que tener una relación sexual con alguien tan mayor que yo no es una enfermedad, sino una necesidad que hay que satisfacer.

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