[es] [handjob-in-public] Cómo me follé a la limpiadora en el ascensor

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Hacía algún tiempo que no tenía sexo, pero la oportunidad aparece cuando menos lo esperas, y así un buen día comenzó dándole una alegría al cuerpo. Aquella calurosa mañana salía de casa sobre las diez y media, tenía algo de prisa, pulsé el botón del ascensor, tardo en llegar y al abrir la puerta en su interior se encontraba la limpiadora en pompa enjabonando el suelo, se le distinguía a través de la tela toda la pipa y ganas daban de pellizcársela. No era la primera que eso ocurría, estaba habituado a ello, trabajaba en mi escalera desde hacía aproximadamente un año, no sabía su nombre, ni se estaba casada o tenía hijos, era una mujer madura de nacionalidad brasileña que pasaba los cincuenta años, de 1,63 ms. poco más o menos, con cierto atractivo, piel blanca con pelo corto negro, algo rizado y ojos del mismo color, boca grande, rechoncha que no gorda, con caderas marcadas, un buen culo redondo y respingón muy brasileño con nalgas agarrable y, sobretodo, me llamaba la atención y me ponían su magnífico par de tetas de 120 de talla aproximadamente, muy bien puestas por cierto para mi gusto.

Siempre solía hablar con amabilidad, con ese deje latino de „corazón”, „papasito”, „cariño”, etcétera… Bien una vez dentro del ascensor a solas, nos saludamos y pulsé hacia el piso inferior. Sin más dilación mientras de espaldas a mí fregaba una de las paredes del ascensor, observaba como movía el culo a un lado y otro. Vestía una fina camiseta blanca que sugería unos pezones muy gordos a pesar de llevar sujetador, un pantalón ajustado de color amarillo parecido a un pijama marcándole todo los muslos, el coño y el culo. No es mi tipo de mujer pero siempre me dio mucho morbo y de las que uno piensa que se la follaría, de solo verla así se me comenzó a empinar…

De repente cuando solamente habíamos bajado un piso y medio se detuvo bruscamente el ascensor entre dos pisos, se volvió hacia mí preguntándome:
– ¿Qué ha pasado?”
– No lo se, ha parado, hacia tiempo que ésto no ocurría – contesté fastidiado por la prisa que tenía.

Pasados unos cinco o seis minutos el calor comenzaba a hacer mella entre nosotros, ciertamente era insoportable, no sabía cuantos grados haría en el interior del pequeño ascensor ocupado solamente por nosotros, el cubo y la fregona. Comenzó a abanicarse con una mano y con la otra a sacudirse la camiseta hacia adelante y atrás marcando cada vez mas sus pechos. Sin perderla de vista continuaban impresionándome el grueso de sus pezones a través del sujetador y la camiseta aun sin estar excitada, fue en ese instante cuando se despojó de la misma expresando que había cierta confianza y no aguantaba más tanto calor.

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– ¿Más se ve en la playa verdad, cariño? – me refirió sonriéndome. En ese momento mi polla creció aun más, pienso que había advertido el grosor en mi entrepierna. Se quedó de cintura para arriba en sujetador, de color blanco muy escotado, dejando ver un agradable canalillo. La prenda además poseía unos encajes en la parte superior cerca de sus abultados pezones que parecían querer traspasar el tejido. A los cinco minutos, tras una nerviosa charla, me dice:
– Te estoy observando y… ¿te gusta lo que ves, no cariño?.
– No se… ¿a que te refieres?. – Le dije haciéndome el sorprendido a sabiendas de que se trataba.
– Pues, a mi par de tetas, corazón… las miras demasiado.
– La verdad es que es inevitable, tanto como apecibles. – Le dije un poco cortado aunque viniéndome un poco arriba.
– Ja, ja, ja… ¿verdad que sí?, son toditas naturales. – Me expresó a la vez que se las palpaba de abajo hacia arriba masajeándoselas un poco.

Hacía mucha calor en el ascensor…

En aquellos instantes llevó sus brazos a la espalda soltándose el sujetador y dejar sus ubres al descubierto, a la vez que colgaba el sostén por la copa en el palo de la fregona pude ver como sus tetas se movían con total libertad al realizar esta acción, con esta exhibición sus pezones alcanzaron una dimensión maravillosa envueltos en aureolas marrones que parecían rodajas de mortadela. Eran unas tetas asombrosas, blanditas, por la edad un poco caídas pero bien definidas, de la misma manera llamó mi atención el cuidado busto que mantenía pese a la edad, sin duda debía de hacer algo de gimnasio para mantenerse bien.

Aquellas tetas me estaban desafiando, estaba impresionado, verla allí frente a mí mirándome fijamente con el busto desnudo y un ceñido pantalón amarillo marcándole todo el conejo y su generoso culazo como ya he comentado, solo con verle el ombligo me imagine como tendría el coño e hizo que me pusiese torito y mi polla o salía de mi pantalón o estallaba, por lo decidí sacármela y mostrársela orgulloso, una por otra, necesitaba liberármela, yo estaba como una moto y no me importó hacerlo.

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Quedó sorprendida por mi acción a la vez que estimulada por lo que denotaba su expresión golosilla y sobretodo sus pezonazos, se la notaba muy cachonda, ahora ambos estábamos frente a frente a pocos centímetros, ella con sus grandes tetas al aire y yo con todo el plátano duro y empinado fuera pasándome la mano invitándola a probarlo. Tardamos pocos segundos en acercarnos y lanzarnos el uno al otro en el ascensor, yo hacia sus esplendorosos pechos y ella cogiéndome el nabo, hundí mi boca y lengua en aquellas tetas y pezones haciéndole de todo al mismo tiempo que ella comenzó a realizarme una agitada paja, a un lado la puerta del ascensor y al otro el espejo ella me ordeñaba y yo le comía las tetas, me estaba atiborrando de tetas.

La avisé que pronto me iba a correr y se agachó en cuclillas situando mi polla en su canalillo realizándome una cubana inolvidable masajeando ella sus tetas abajo y arriba, comencé a eyacular como una fuente llenándole las tetas de leche. Algo atrapó con la lengua hasta que resolvió metérsela en la boca tragándose todo el semen. Verla como me la mamaba con apetito, moviendo la cabeza y las tetas colgando golpeándome en las piernas rozándome con sus puntiagudos y gordos pezones hizo que me excitase en exceso y lanzase varios golpetazos de leche que se tragaba haciendo cortos descanso para poder respirar, al tiempo que le expresaba frases como: „No sabía lo guarra que eres…, cómeme bien el nabo, sigue, sigue zorra…”, „Sé que te gusta lo que te digo, que te pone cachonda ¿verdad?”. Estaba cachondísima de escuchar las marranadas, las aceptaba sin oponerse.

Terminamos e incorporándose comenzamos a magrearnos nuevamente metiéndome la lengua hasta la campanilla a la vez que mi polla volvía a alcanzar vigor, bajándose nuevamente al pilón pero esa vez inclinándose un poco dejando el culo en pompa, la lamía con la lengua como una excelente profesional, continué diciéndole guarradas:
– … ¿Otra vez?, te gusta comer pollas por lo que veo… – sigue comiéndome el nabo… – ¡Qué bien lo haces!… ¿A cuantos vecinos se la has comido, guarra…?

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Al tener toda su espalda ante mí la acaricié y le hice cosquillas por los costados hasta llegar al pantalón que baje un tanto hasta introducirle la mano por debajo de las cortas bragas que llevaba pasándole la mano por las nalgotas que apretaba hasta alcanzarle el coño, que aunque no lo veía al palparlo advertí que estaba afeitado con un poco de vello y poseía unos labios muy carnosos, estando sumamente empapado tras haberse corrido, e introduciendo dos dedos hurgué un tanto en el exterior y posteriormente se lo follé con fuerza estimulándole el clítoris, algo que la excitó sobradamente volviéndose a meter la polla en su boca para masturbarme hasta que nuevamente volví a correrme profusamente, ella se fue al mismo tiempo en mi mano. ¡¡¡Estaba pletórico!!!

Acabamos y quería más, me pidió que la follara en el ascensor. Está bien.

– Vuélvete de espaldas, quiero follarte por detrás viéndote ese culo que tienes – le dije nervioso ante tan agradable invitación, y volviéndose de espaldas se abrió de patas colocando sus manos en las paredes del ascensor y dándose un fuerte palmetazo en una de las nalgas dejándola algo colorada. Me indicó que estaba preparada; reparé en el coño y era como me lo imaginé, grande, gordo y carnoso, en principio hurgué en él con una mano y acto seguido trincándola por las caderas.

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Decidí penetrarla con energía hasta el fondo entre gemidos de ambos, entrando muy bien con facilidad por lo lubricado que teníamos ambos sexos. Comencé un lento mete y saca que se fue haciendo cada vez más rápido e insistente a medida que me la follaba para concluir en un acto casi animal con fuertes embestidas sosteniéndola por las nalgas primero y acabando cogiéndole las tetas que colgaban y se meneaban morbosamente. Las magreé a la vez que me eché sobre la pared, tanto gozo me hizo nuevamente decirle cochinadas:

– …Ssos pezones los tienes así de la cantidad de veces que te los han comido y estirado, pedazo de puta… – le dije al mismo tiempo que ella trabajaba moviendo y meneando el culo con energía y rapidez, ahora los embates los daba ella golpeando sus nalgas en mi vientre mientras le decía: – …Qué puta eres, ¡cómo follas!, se nota que te gusta… zorra – a la vez que entre jadeos y gemidos se corría chorreándole el flujo por los muslos, al pronto me corrí llenándole su interior de abundante leche. Polvazo.

Estábamos extenuados por el frenesí y la pasión que le habíamos puesto. Me quedé apoyado con la verga colgando mientras observaba como se limpiaba el coño y la parte superior de los muslos, al terminar para mi sorpresa me cogió el sable e igualmente me lo limpió no sin antes frotármelo un poco, mientras aproveché para tentarle nuevamente las tetas y gruesos pezones a la vez que me decía con su acento carioca:

– Qué bueno, mi amor, hacía tiempo que no me daban un buen follao de improviso, ha estado muy rico… bastante rico… queé bueno comenzar así el día…

Una vez vestidos, limpiado y perfumado el ambiente, nuestra preocupación era salir de allí. Pulsamos varias veces el timbre hasta que nos rescataron. Me volví a mi domicilio a limpiarme bien y al bajar la vi en el portal charlando con varias vecinas como si nada hubiese ocurrido, ni se imaginaban que me la había follado momentos antes en el ascensor. Éso sí la mirada que me echó era de agradecimiento por el gustirrinín que nos habíamos dado.

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