[es] Pepe fue lleno de vitalidad y potencia

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Les voz a contar una experiencia que viví con un joven Pepe hace unas semanas. Por conveniencia he rentado una cómoda casita en un desarrollo habitacional de mi hermoso puerto, que se ubica en una zona de gran plusvalía. Está muy bien ubicado y cuenta con todos los servicios, incluyendo bancos, cines y centros comerciales de excelente servicio. Mi ciudad es considerada La Joya del Pacifico, por sus hermosas playas que están “a tiro de piedra”, además de servicios urbanos de gran calidad.

El conjunto habitacional que comento, es de relativa reciente creación, por lo que aún existen muchos inmuebles en construcción o remodelación, lo que atrae buena cantidad de trabajadores de obra, de los que habitualmente denominamos “Chacalitos”, particularmente jóvenes con cuerpos muy bien desarrollados por la ejecución de las obras, que les obliga a cargar materiales pesados, como sacos de cemento, concreto en cubetas y diversos materiales pesados, lo que propicia su excelente desarrollo físico.

Para quienes no me ubican, les comento que son un hombre maduro, con algo de personalidad por la edad y mi pelo entrecano. Me atraen particularmente los hombres jóvenes de 18 a 35 años, que ya tengan definida su personalidad y cuenten con el don de la palabra, para mantener conversaciones interesantes. Lo demás, se da por sí solo.

Uno de esos chacalitos, de 24 años, trabaja en una obra cercana. Por educación, siempre saludo a las personas con las que me cruzo en mi camino. Y con mayor razón, si están bien puestos físicamente, como el chacalito de este relato, al que llamaré Pepe, y que afortunadamente, siempre contesta mi saludo, lo que va creando un vínculo de confianza. Ocasionalmente le invito una cerveza, la que nunca rechaza. Cuando por alguna circunstancia no tengo chelas en el refrigerador, le “presto” cien pesos, para que a la salida del desarrollo se las compre.

[es] Pepe fue lleno de vitalidad y potencia

Un sabadito reciente, al terminar la jornada, Pepe paso por mi casa para que le invitara una chela. Debo comentarles que vivo solo desde hace algunos años, por lo que cuando Pepe me visita, solo toca la puerta y me pregunta si puede entrar. Obviamente siempre mi respuesta es afirmativa. Este día en particular, marco un límite en el antes y el después, pues cuando entró y me pidió le invitara, lo hizo acariciando su bulto, el que se veía morcillón. Le dije:
– ¿Y ahora, que traes, que andas algo excitado?
– Es que anoche le canté a una morra que es mi vecina, y estuve fajando con ella, pero no quiso pasar del cachondeo, y me quedé con muchas ganas de coger. Anoche me la jalé dos veces, y nada más recuerdo sus besos y mis caricias, me pongo arrecho.
– Órale! Sí, se nota que estás con muchas ganas. Búscate otra amiga y desahógate.
– Va a estar difícil – me contesto – porque salgo tarde y llego ya oscuro a mi casa. Mejor me la voy a jalar otra vez, para bajarme la presión.

Le observé a Pepe y cada vez se veía más grande el paquete…

Como ya tenía alguna confianza, le sugerí que cerrara la puerta y, ya con discreción, fuera de miradas curiosas, se la jalara tranquilamente.
– De veras me da chance?
– Y para que somos los amigos. Estamos solos y no espero a nadie.

Para que no tuviera pretexto, personalmente cerré la puerta y le puse seguro, lo que observó y le dio más confianza. Tomó asiento en la sala, pero solamente seguía acariciando el bulto sobre el pantalón. Fui a la cocina por dos chelas y le invité una, la que recibió con avidez y le dio un buen trago.
– Que pasó – le pregunté a Pepe. -¿Se te quitaron las ganas? Porque veo que sigues con el pito parado. Tienes una buena carpa levantada.
– Es que me da pena con usted.
– No tienes que preocuparte. Somos amigos y hay confianza – le contesté – colocando mi mano en su muslo, haciendo una ligera presión. Al sentir el contacto, volteó a verme con curiosidad, abriendo sus ojos, con algo de sorpresa. – No pasa nada. Solo quiero apoyarte para que no estés apenado.

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Subí un poco mi mano, mientras Pepe seguía apretando su paquete, pero no hizo el intento de retirarla de su pierna, lo que me dio más confianza, y entonces retiré su mano y abrigué con la mía ese volcán que sentía latir con fuerza. Ya en confianza, desabroché su pantalón, bajé la cremallera y traté de hacer un poco de espacio, para sacar lo que pensaba era un viborón.

Pepe se puso de pie y logré bajar su ropa, incluyendo un bóxer rayado. Lo que apareció ante mis ojos era una verga de buen tamaño, con abundante precum que goteaba libremente.
– ¿Te sientes más tranquilo?, le pregunté.
– Me siento más arrecho – contestó – al sentir que rodeaba con mi mano esa hermosa verga.
– ¿Va a dejar que me lo coja?
– No – le contesté – está muy grande y gruesa. Te voy a ayudar para que te vengas y descanses.
– Está bien. Algo es algo – me contestó Pepe con una sonrisa.

Y empecé a acariciarle el pene y sus bolas. Le descubrí el glande sin dificultad, pues estaba circuncidado, lo que me agradó mucho, pues ello permite tener limpio ese portento masculino. Estuve haciéndole una chaqueta, subiendo y bajando el prepucio con facilidad. Esa chulada quedaba frente a mi rostro mientras lo masturbaba. Pepe empezó a moverse, a un suave ritmo como si estuviera cogiendo, empujándose y haciéndose hacia atrás, con algo de frenesí, a buen ritmo.

Cada que empujaba, como si penetrara un culito, su cabecita casi tocaba mis labios. La tentación era mucha, por la cercanía. Apoyó su mano en mi cabeza y suavemente me insinuó que se la mamara. No me hice del rogar y abrí la boca para darle entrada. Me invadió hasta tocar mis amígdalas. Tuve que detener su pelvis, para poder respirar. Mientras le mamaba, fui desabrochando los botones de su camisa, la cual le retiré totalmente. Que espectáculo: Su pecho tenía marcada la tableta de chocolate. No había grasa en la cintura y de su pelvis resaltaba la mata de vello púbico, negro como la noche. Acariciaba sus nalgas sin recato alguno, pues ya estábamos bien calientes. Me apoyaba en ellas, las que sentía muy firmes, para jalarlo hacia mí, pero a mi ritmo. Sus piernas también eran muy macizas y bien torneadas. Era un auténtico placer ver y sentir a este hombre joven, lleno de vitalidad y potencia.

[es] Pepe fue lleno de vitalidad y potencia

Pero lo bueno no es eterno. Percibí en esos momentos, que agilizaba las penetraciones en mi boca y le empezaron a temblar las piernas, anunciando su venida inminente, la que recibí con fuerza y me inundó hasta la garganta.

Poco a poco todo volvía a la calma. Pepe me pidió entrar al baño para lavarse, lo que hizo con tranquilidad. Al salir bien vestido, recuperó la compostura habitual, bien peinadito.
– Don Mauricio, estuvo delicioso y quisiera repetirlo en otra ocasión. ¿Será posible?
– Desde luego, Pepe, pero te recomiendo mucha discreción.
– No se preocupe – contestó. – Me cae bien y quiero repetirlo de vez en cuando. A mí tampoco me conviene que se sepa. Será un secreto entre usted y yo.

Y así estuvo esa experiencia. Si las cosas se dan, como pretende el chacalito, les contare las novedades con Pepe que haya.

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