[es] [neighbors] Mi vecina no llevaba la ropa interior

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Viendo películas con la vecina que podría ser mi madre

Se despidió y me quedé desconcertado. Me hice una monumental paja fantaseando con lo que pudo haber pasado y no pasó. ¿Será que el toque de queda lo ponía los créditos de la película? Pasó más tiempo del que me habría gustado, el cual se me hizo eterno, y por fin concretamos un nuevo día para tener la tercera sesión. ¿Y que pasó? Os estaréis preguntando… Pues debo deciros que la cita con mi vecina es mañana y esta vez pienso ir a por todas.

Me volví a poner guapo y esperé la vecina nervioso en el sofá. Esta vez se estaba retrasando pero una parte de mi pensaba que lo estaba haciendo aposta, le gustaba hacerme sufrir. Sonó al timbre, al fin. Quería esperar un poco para que picara una segunda vez y devolvérsela, pero el riesgo no merecía la pena y ya no aguantaba más.

¡Guau! Su atuendo era una señal directa a las dudas que pudiera tener. De nuevo una falda, dios como me gustan las faldas… Pero esta era más corta que la anterior y me dejaba apreciar sus magníficas piernas casi por completo. De cintura para arriba se había superado y llevaba una prenda que habría denominado como “top”. Era un trozo de tela rectangular, sin más, que iba de su cintura hasta sus abultados pechos y ya está, ahí se quedaba. No tenía ni tirantes, ni mangas… sencillamente espectacular.
– ¿Qué desea? Lo siento pero estoy esperando a una mujer mayor, de 40 años, no a una niña de 20. – esta vez empezaba yo con las bromas.
– Vale, pues nada, me voy…
– Ven aquí y no juegues conmigo…
– Has empezado tú.
– Se ve que tienes calor. ¿No has traído cervezas esta vez?
– ¡Ostras! Se me han olvidado…
– Tranquilo, yo tengo de sobra. – y ahora era yo el que le guiñaba el ojo. – Lo dicho, iba a por todas y esta vez los créditos no me iban a pillar “sobre la bocina”.

Mi vecina no llevaba la ropa interior

Pasó y empezamos nuestro ritual por tercera vez. Una cerveza para cada uno y cada uno al lado habitual del sofá. Se sentó primero y se puso cómoda como siempre sentándose como los indios. Fue en ese momento cuando hizo la primera cosa (no podía faltar) que me desconcertó. Cogió un cojín y lo abrazó, posándolo frente a vecina, desde sus piernas hasta sus pechos.

Me senté y caí: seguramente lo hizo porque estaba frente a ella y le podía haber visto su ropa interior. Pasó la primera media hora y la primera cerveza y seguía con la coraza. El maldito cojín me tapaba todo acceso y visión y no lo soltaba ni para beber. Me temía lo peor y le animé a seguir bebiendo para ver si así desenredaba aquello, y así fue. Yo estaba medio “tirado” con los pies sobre la mesa y Vero dejó el cojín a un lado para tumbarse apoyando su cabeza sobre mi abdomen. Formábamos un ángulo de 90º y yo aproveché para acariciar su accesible espalda, quedando a vecina de costado.

La nueva posición era un millón de veces preferible a la anterior y me dejaba ver sus tetas en (casi) un primer plano. Su boca quedó a la altura de mi ombligo y su antebrazo se posó en la zona baja de mis partes. Ahora sí, esta es la mía y más me vale actuar rápido – pensé. La mano que acariciaba su espalda fue bajando hasta llegar a su falda. Se la levanté muy despacio y con mucho cuidado de que no lo notara, no quería arriesgarme a su imprevisible reacción. No me lo podía creer, empezaba a subírsela más y más y comenzaba a ver su culo pero no veía prenda por ninguna parte.

¡Increíble! No llevaba ropa interior y su culo era de otro planeta…

Era pequeño, como ya intuía, pero redondo y apetecible a rabiar. Me contuve para no espantarla. Aunque no llevara ropa interior, estaba claro que no podía fiarme dado el historial de sucesos. Pasé de largo su culo para acariciar la zona trasera de sus muslos, de arriba a abajo, pero sin perder de vista su precioso trasero. Todavía había tiempo y mi intención en ese momento era calentarla. Si un gesto directo mío era arriesgado, mi plan era provocar que la vecina se viera tentada de tomar la iniciativa.

Mi vecina no llevaba la ropa interior

Esta vez sin disimulo pasé mi otro brazo por debajo de su cuello y empecé a acariciarle su escote, exactamente igual que la otra vez, pero ahora me animaba a acariciar con un dedo sus pechos sobre la fina tela. No tardó en brotar dos notorios pezones y mi dedo fue tentando los alrededores. Pero, ¿Qué estoy haciendo? – pensé al percatarme que mis pasos estaban siendo casi idénticos que los de la anterior sesión… Pasos que no me llevaron a donde yo quería llegar. Por este motivo decidí dar un paso más, no tenía nada que perder dada la situación y era imposible calentarla de otra manera que fuera sutil.

Subí mi mano, de su muslo a su culo. Lo empecé a acariciar, a tocar, le cogía una nalga, otra… Era suave y ni duro ni blando, era perfecto. La reacción de vecina fue nula y eso me empujó a meter mi otra mano por debajo de su top. Sus generosas tetas eran blanditas y estrujaba las dos con ahínco, pero sin pasarme. Le tocaba una, después la otra, encontraba sus pezones por el camino y ella seguía inmóvil. Mi polla, que estaba dando las 2pm y estaba algo morcillona, empezó crecer más y más, era irremediable. Llegó a su máximo y no pude evitar que mi capullo asomara por debajo de la goma del pantalón.

Menuda imagen. Me habría gustado verme en tercera persona disfrutando de su culo y su pecho a la vez, con cada mano. Vero, con el antebrazo que tenía sobre mis huevos, bajó un poco mi pantalón y asomo mi capullo. La punta y mi falo notaba su agitada y caliente respiración, estaba muy cerca.

Fue otra señal para mi, una señal divina…

Le bajé el top hasta su cintura y se asomaron dos enormes tetas con unas areolas pequeñas pero unos pezones oscuros y grandes, los más grandes que esperaba llevarme a la boca. La firmeza de sus pechos tal vez no era la misma que la de una veinteañera, pero eso no quería decir que los tuviera caídos ni mucho menos. Mi posición me permitía amasar aquellos hermosos pechos con ambas manos y así lo hice.

Esto era otra cosa… Esa película había dejado de ser de suspense, un drama en ocasiones, y ahora era mas bien una peli de acción que se acercaba a ser una porno. Mi polla dejaba escapar alguna pequeña gota y ella se atrevió a llevar la palma de su mano al tronco para masajearlo en círculos suavemente. Notaba como sus labios rozaban la punta que sobresalía de mis pantalones.

– No puedo… no puedo… no puedo… – Aunque lo susurrara pude oír perfectamente lo que decía mi vecina. Lo decía mientras movía su mano cada vez más rápido y empezaba a agarrar mi miembro con sus dedos. Su cabeza bajó un poco más y se metió la punta dentro de su boca. – ¡No puedo!- Se levantó y se fue velozmente, sin despedirse. ¿Qué coño había sido eso? Tenía ganas de llorar, no podía ser verdad, pero quería ver el vaso medio lleno. Miré a la pantalla y no me lo podía creer. ¡De nuevo los putos créditos!

Sonará contradictorio pero tras lo sucedido no me la casqué pese a la sesión. Me estaba enamorando de mi vecina y la preocupación ganaba a la calentura. ¿Iba a cambiar nuestra relación? Me sentía como Ícaro y ahora el sol lo veía más lejos que nunca. Quería creer que habría una cuarta sesión y que nuestros encuentros casuales seguirían siendo los de siempre, pero en ese momento tenía activado el modo pesimista. Esa misma noche, cuando su marido llegó a casa, empezaron una de sus habituales peleas. Esta era la más fuerte que había oído hasta ahora. Por fin dejaron de gritarse y a los 5 minutos sonó un portazo en el rellano. 5 minutos más tarde sonó el timbre.

Era Vero, mi vecina. Se había presentado con un pijama compuesto por unos amplios y cortísimos shorts y una camiseta de encaje. Aunque mi atención no fue dirigida a su ropa esta vez. Estaba llorando, angustiada, con taquicardias… Se me partía el alma al verla así. Se abalanzó sobre mi y me abrazó con todas sus fuerzas.
– Se ha ido… Se ha ido de casa…
– Bueno, ya está… Pasa y tranquilízate. – Vero se sentó en el sofá y le acerqué un vaso de agua. Poco a poco se fue tranquilizando.
– Se acabó por mi culpa… 15 años casados que han llegado a su fin.
– Bueno, no te adelantes, no es la primera bronca que tenéis.
– Pero nunca se había ido de casa… Y encima se ha llevado sus cosas.
– ¿Quieres contarme lo que ha pasado?
– No, da igual, ya estoy mejor… Me ha tranquilizado tu abrazo. – Sentados en el sofá la volví a abrazar, tocando oreja con oreja. Fuimos retrocediendo poco a poco y nuestras bocas recorrían nuestras mejillas, como en las películas. Nuestras bocas se encontraron y se dieron un tierno beso. Después nos dimos otro, y otro… Empezamos a besarnos de manera efusiva, ya no habían frenos. Me quitó la camiseta y yo hice lo propio con la suya. Seguimos besándonos hasta que decidí besar sus pechos al aire. Los besaba de una forma desenfrenada mientras me acariciaba el pelo. El que iba a llorar ahora era yo, pero de felicidad.

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Volví a su boca y la recosté en el sofá sin dejar de besarla con la intención de ponerme encima de mi vecina.
– Espera, espera, espera…
– Joder, ¿Qué pasa ahora? – dije cabreado.
– Lo siento, no puedo hacerlo…
– No me jodas Vero, me estás matando…
– Lo siento, de verdad, se me ha ido de las manos.
– ¿Y por qué has hecho que lleguemos a este punto?
– No me he portado bien contigo… En cuanto te vi la primera vez me pareciste súper mono, el típico chico del que me enamoraría en la universidad, y me hizo rememorar aquellos tiempos en los que era joven y feliz. Los años no pasan para mi, Cris… No pasan para nadie.
– Todavía eres joven… Y a mi me pareciste joven desde el primer día. Cumplirás 80 años y me seguirás pareciendo joven, eres la persona mas jovial que conozco.
– Gracias, Cris. Sé que es injusto que te pida esto y tienes todo el derecho a negarte pero… ¿Puedo quedarme a dormir esta noche? No quiero volver a mi vacía casa…
– Está bien, dormiré en el sofá.
– Puedes dormir conmigo, de hecho te lo agradecería, no quiero estar sola ahora mismo.
– Vale, pero te advierto que es pequeña y me muevo mucho. Yo me voy a acostar ya, mañana madrugo. Siéntete libre de venir cuando quieras.
– Voy contigo. – Fuimos a mi cama, algo pequeña pero suficiente para los dos. Se metió ella primero bajo las sabanas y luego hice lo propio. Ella estaba en posición fetal dándome la espalda y yo estaba mirando al techo. Era evidente que ninguno de los dos iba a dormir esa noche, aunque no por motivos lascivos…

Mi vecina no llevaba la ropa interior

Me cogió mi brazo mas alejado y lo puso encima suyo mientras volvía a la misma posición fetal. Ahora estábamos haciendo “la cucharita” y mi mano se alojó en su vientre. Notaba su culo en mis partes y mi polla comenzó a crecer. Me la saqué, tenía y quería hacerlo. La metí poco a poco entre sus muslos y la empecé a frotar contra su coño. Me movía muy lento y ella empezaba a gemir al mismo tiempo que su entrepierna se humedecía. Metí mi mano por debajo de su camiseta para masajearle las tetas. No sé si aquello tenía toque de queda pero pensaba disfrutarlo sin pensar en las consecuencias.

Le quité los pantalones y ahora restregaba mi falo entre sus labios, piel con piel. Estaba chorreando y yo más caliente que nunca. Mi mano bajó para masturbar su clítoris en círculos y sus gemidos se incrementaron. La volteé para ponerla boca arriba y me puse sobre ella, con mi pene apuntando a su coñito.
– No podemos… Esto no está bien… Deberíamos parar…
– No. – Se la metí poco a poco hasta el fondo y Vero se retorcía de placer. Al introducirla por completo soltó un gritito y me dispuse a darle el mejor polvo de mi corta vida. Tardé 3 segundos en coger un acelerado ritmo en mis embestidas. La besé apasionadamente y ella me abrazó con sus brazos y piernas.
– Te quiero.
– No, no me quieres… Y esto no está pasando… – Me cabreó y le di la vuelta. La puse a 4 patas y comencé a embestir su coño con fuerza. Empezó a gemir, o mas bien a gritar de manera notoria en cada penetración que le propinaba.
– ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Joder Cris, no-pares-no-pares-no-pares-no pares…

Me quité mi camiseta y como pude también la suya para apretarle las tetas y pellizcar sus pezones. Pasados unos minutos abandoné sus pechos y estos empezaron a zarandearse de adelante a atrás. Dejé de tener mis dos rodillas sobre el colchón para apoyar la planta de mis pies en él y así, de este modo, seguir follándomela de cuclillas mientras mis manos seguían disfrutando de su cuerpo.
– Joder… ¿Quién te ha enseñado a moverte así? Pero si eres un crío…
– ¿Y no te gusta lo que te está haciendo este crío? – Bajó su cara a la almohada mientras llevaba su mano a su clítoris. Aumenté la velocidad y con ello sus gritos, cortos pero muy seguidos.
– Vale ya… ya está bien. – dijo en el momento en el que me tiró al colchón.
– No veo créditos por ninguna parte.
– Yo tampoco. Ahora me toca a mí.

Mi vecina no llevaba la ropa interior

Ahora yo estaba mirando al techo de nuevo y su ligero cuerpo se puso encima del mío para que mi rabo ensartara su vagina, tras lo que procedió a moverse en todas direcciones con su pelvis. La diferencia de edad se notaba en su experiencia, era brutal como se sentía mi polla ahí dentro. Sus tetas botaban de manera hipnotizante y no tardé en elevarme para succionarlas y abrazar a mi vecina por la cintura mientras me seguía cabalgando.

Me fui directo a su boca y nuestras lenguas se entrelazaron. Mis manos se fueron a por su trasero y las suyas a mi cabeza. Al poco rato se alejó de mí y se inclinó hacia atrás, apoyando una mano entre mis piernas. Aproveché para acompañar sus movimientos con mi cadera y ya notaba que mi orgasmo estaba cerca y este iba a llegar en cualquier momento. Volvió a gritar su vocal favorita e incrementó la velocidad con la que movía su cadera.
– ¡Ah! ¡Ah! Me-corro-me-corro-me-corro… ¡Jodeeeeer!

El chorro que noté sobre mí pulsó el botón de mi cabeza que provocó una desproporcionada corrida dentro de mi vecina. Mi polla engordaba, como si se tratara de mi pecho cogiendo aire, y soltaba un chorro de leche tras otro. Se había acabado el mejor polvo que había echado en mi vida y pese a que tengo toda ella por delante no sé si echare otro igual. Los créditos habían llegado pero no quería sacarla de su interior, se sentía de vicio. Había pasado un buen rato desde que se presentó en mi puerta llorando y ahora estaba mirándome a los ojos con una gran sonrisa.
– Te quiero.
– Y yo a ti.

No sé que pasará a partir de ahora, como va a reaccionar cuando se serene… No os negaré que me preocupa, pero el polvazo que he echado me quedará para toda la vida.

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Os he de dejar. Me tengo que ir a la universidad y no quiero despertarla, ahora mismo está detrás mío desnuda y arropada por la sabana, con una gran sonrisa. El hecho de que haya conseguido dormir creo que es una MUY BUENA SEÑAL. Pero tratándose de ella, ya sabéis que no hay señales que valgan.

¿FIN?

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